Los entendidos, siempre cuentan que la
peligrosa no es la primera maratón si no la segunda, en la que se supone que
has ganado confianza en la distancia, y puedes llegar a perder el respecto a
esos temibles pero gloriosos 42.195 metros. Todos sabemos, que este número no
es sólo una cifra, encierra magia, esconde sueños y pesadillas, lágrimas y
risas, promesas y frustraciones, nuevamente contrastes.
Desde que participo en carreras, he
observado como en una misma competición,
existen dentro tantas como corredores haya. Cada uno corre por un motivo que le
impulsa hacia la meta. Soy de la opinión de que cada carrera encierra una
“micro-vida”. Cada carrera hace que
vivas comprimidas cada una de las sensaciones que viviremos a lo largo de
nuestra vida. Al comenzar todo es alegría, todo es fuerza, incluso un poco de
inconsciencia. A medida que los kilómetros se suceden, vienen los momentos de
crisis en los que o te paras, o sigues adelante y los superas hasta alcanzar tu
meta para finalmente descansar. Por
tanto, corro para aprender vivir mejor, corro para ganar experiencia en la vida
y afrontar mejor cada una de las crisis que vengan. Para así cuando llegue mi
meta, sentir que me he ganado a mí mismo.
Con este pensamiento me planté en la línea de salida de mi segunda maratón. Dado que el objetivo de nuestra temporada 2016 no es ni de lejos correr maratones, me tomé esta jornada como un entrenamiento más, de calidad. Pero sobre todo como un día de fiesta donde ante todo pensaba en pasármelo bien y disfrutar de correr, sin mirar apenas el GPS. Aún así, no dejaba de ser una MARATÓN con lo que esto implica de respeto, y porqué no decirlo... algo de miedo.
A las 9 h, se daba la salida en una mañana fantástica de temperatura y ambiente en las calles. Pegado al globo de 3h 30 min, transité hasta el km 15 con estupendas sensaciones, tanto fue así que a partir de este momento, decidí permitirme la licencia de apretar un poco el paso para llegar al km 30 corriendo siempre entre 4.30-4.40. Las piernas no pesaban, el muro..... No aparecía y cada vez estaba más cerca la "temida" Plaza de España, donde el año pasado transitaba a lo The Walking Dead... Por suerte, mis hermanos Edu y Miri me esperaba en le km 35 para darme el impulso final que uno necesita a esta alturas a pesar de ir ""fuerte".
Por la Plaza de España |
Al Fin la Plaza de España (Km 37), esto ya no era The Walking Dead, aunque la verdad me empezaban a doler las piernas, pero mis ganas e ilusión podían más y más... Crucé la Puerta de Jerez y al fin pude alzar la vista para mirar la Giralda corriendo una Maratón, lo cual puedo asegurar que no es fácil, ya que nos encontramos en el Km 38. El resto hasta la meta, me lo reservaré yo, porque no puede describirse con palabras... Me acordé de la gente que quiero que desde Ciudad Real a su modo hacen una Maratón Cada día para que yo pueda entrenar, correr, trabajar y hasta escribir este Blog... Desde aquí Gracias Cariño. Me acordé de mi madre, que la pobre también corría conmigo, al ritmo de hijo ten cuidado¡¡¡... Y por su puesto, me acordaba de él, mi niño que hoy ha aprendido a decir "Papá Corre", también es su Maratón. En definitiva, 3 h 26 min puede o no puede ser una buena marca en esta distancia. Lo que sí es cierto, es que para mí por el hecho de conseguirla con el esfuerzo de mi mujer, con la preocupación de mi madre, con el apoyo de mi hermano, y por supuesto con la frase "Papá Corre" en la boca de mi hijo, suponen mi particular récord del mundo.
Meta: 3 h 26 min. |
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